Hace ya una semana que dejamos de hablar francés, pero entre las 600 fotos que he tenido que recopilar y el estrés post vacacional no he podido contar a grandes rasgos como fue nuestro viaje...
Cansados pero muy contentos. París me ha encantado ¡por fin! ¿Será por llevar la guía Louis Vuitton como GPS de superviviencia? El caso es que desde el rollo minimal del hotel, de las cenitas a orillas del Sena hasta las glamoamazonas que hemos visto por la Rue Saint Honoré.
Una combinación explosiva de la que hemos disfrutado como niños. La Torre Eiffel, el Louvre, Le Sacre Coeur, Notre Dame, los crepes, las boulangeries... No se nos ha olvidado nada. Bueno, miento... Se nos ha quedado una cosa en París: nuestro corazón.
Rodeados de benjamines de Möet Chandon, tiendas de lujo, obras de arte y tiendas de segunda mano con Chanel, Manolo Blahnik y Hermés. Nos hemos enamorado. Está vez sí. Dicen que a la tercera va la vencida y así ha sido. Por fin adoro Paris.
Esas avenidas de las que anteriormente no recuerdo haber disfrutado, esas preciosas tiendas, su gente, su olor y ese toque high class que te hace darte cuenta de que muy a mi pesar, Madrid no es nada.
Lo mejor!!! Le Sacre Coeur. Con ese toque friendly donde da igual de donde vengas, como seas o como te vistas. Todos unidos en lo alto de una de las ciudades más bonitas del mundo disfrutando de buena música, buenas vistas y evidentemente, buena compañía. Gracias chicos por obligarme a ir a ver un templo más, el de la amistad.
Pero como todo se paga, yo me lo cobré. Y tras esa mística vivencia pasamos a la pasión y al vicio. Un barrio lleno de templos, en esta ocasión del sexo. Putas, vibradores, bolas chinas y esa mezcla de terciopelo con polvo y seda que se funde con Aston Maritn y kebap. El auténtico sabor de la ciudad. La gente más freak y transgresora en uno de los sitios más bonitos de París: Le Moulin Rouge.